Paralelismo ideológico y perspectivismo en Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos

Document Type : Original Article

Author

Department of Spanish Language and Literature Faculty of Arts - Helwan University Cairo- Egypt

Abstract

The novel Tiempo de silencio, by Luis Martín Santos, reflects the post-war Spanish society of the late 1940s. In previous studies, researchers and critics have focused their studies on the language, style, interior monologue, irony, the theme of poverty, and the characters in the play. But, they have not paid much attention to the ideological parallelism or the number of points of view present in the text. These last two elements form our objective of the present study. At first glance, we notice that the Basque author uses various literary resources in his narrative such as digression, irony, parody, etc., in order to bring to the surface the different speeches that appear in the story, such as the literary speeches, national and historical. The novelist presents different perspectives and points of view, between multiple thematic and stylistic approaches, in his fiction.

Keywords

Main Subjects


Introducción:

La novela Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos fue publicada en 1962. La obra refleja la sociedad española de la posguerra de finales de los años cuarenta. En esta narración, se observa que las reflexiones de los personajes se presentan de forma directa a través de la voz autobiográfica de un narrador en primera persona. Esta voz es la de Pedro, el protagonista de esta ficción. Sin embargo, en el discurso narrativo, este héroe, a veces, nos deja observar con claridad su perspectiva o la del propio autor de esta obra. Otras veces, nos deja ver el punto de mira de otros personajes del relato, mediante la intervención de la voz narrativa de un narrador en tercera persona que serpentea entre los renglones para ofrecernos nuevos mundos desconocidos para el personaje central de la novela. Igualmente, el texto está lleno de monólogos interiores de otros personajes que aparecen en el escenario de los sucesos. Estos monólogos son una verdadera manifestación de la polifonía en la obra del escritor vasco. Esta multiplicidad de voces nos brinda nuevas perspectivas y diferentes puntos de vista, puesto que los pensamientos se presentan al lector de forma directa. Ya que el lector sabe lo que ocurre en la mente de cada uno de los personajes mediante dichos monólogos. Pero, antes de entrar en materia del análisis crítico de esta narración, valdría exponer su sinopsis:

 

La historia versa sobre la figura de Pedro, un joven médico, que se traslada a vivir en Madrid después de haber finalizado su carrera. En la urbe decide dedicarse a la investigación científica por completo, por eso trabaja en un laboratorio, donde pasa casi todo el día ocupado en un proyecto que estudia la transmisión hereditaria de un cáncer sobre ejemplares de una cepa de ratones importada del Illinois.

En la gran ciudad el protagonista vive en una modesta pensión, que la dirige una viuda de un militar, ayudada por otras dos mujeres, su hija y su nieta, Dorita. De esta última Pedro se acaba enamorándose tímidamente. 

En pleno ejercicio de su trabajo como investigador en Madrid, llega un momento en que se terminan los ratones y la financiación pagada por el Estado. Pero Amador, el ayudante de Pedro en el laboratorio, le informa de que el “Muecas”, un lumpen que suele suministrar de perros a los doctorandos, ha podido reproducir los ratones con una pareja robada del propio laboratorio.

Pedro se va con él hacia las chozas para conseguir unas ratas para continuar sus estudios. A partir de ahí, el joven médico llega a conocer este submundo madrileño. Su relación con el Muecas le permite al mismo Muecas a presentarse una noche en la pensión con su aspecto extravagante, solicitando la asistencia médica de Pedro para una de sus hijas, Florita, víctima de una hemorragia vaginal, a causa de un aborto realizado por un curandero falto de experiencia médica. La muchacha muere y Pedro rechaza firmar los documentos que el Estado exige para certificar su muerte. De esta forma, el protagonista se vuelve principal sospechoso de la muerte de la hija de Muecas y las autoridades lo llevan injustamente a la cárcel. Todas las circunstancias que tienen que ver con el fallecimiento de Florita se acumulan en contra del joven investigador: no tiene licencia para ejercer la medicina, ni está colegiado y ha ido a prestar sus servicios médicos en el último momento movido por sentimientos humanitarios. Después de haber pasado algún tiempo en la prisión, Pedro consigue su libertad,  gracias al testimonio de la esposa de Muecas. Sin embargo, pierde el subsidio porque el director del laboratorio lo despide como reacción ante el escándalo en que se vio envuelto. De esta manera, corta por lo sano y decide marcharse a un pueblo de una provincia castellana para ejercer la medicina con dignidad. Pero, antes de irse de la capital española, pide la mano de la bella nieta de la dueña de la pensión, la joven Dorita. La familia de la ‘Decana’ hace una pequeña fiesta de petición de mano. Pero, desafortunadamente, una noche, en la que están los dos en una verbena, la muchacha es asesinada por “Cartucho”, un maleante lumpen que estaba enamorado de Florita y que tomaba venganza por la muerte de la joven, porque creía que Pedro provocó su muerte. Al verse solo, perdido y desorientado, nuestro protagonista se monta en un tren para abandonar, definitivamente, Madrid, sin entender cómo la vida cambia bruscamente los destinos de las personas, admitiendo su propio fracaso en Madrid. Un fracaso que es paralelo al fracaso del proyecto nacional.

Por una parte, Tiempo de silencio no tiene una estructura tradicional, puesto que  la obra no está dividida en capítulos, sino que los sucesos se presentan divididos en secuencias separadas por un espacio en blanco. Galán Font (1987: 78-83), afirma que la novela tiene 63 secuencias. Por lo tanto, al hablar de su estructura interna,  el mismo crítico señala que la fábula presenta una estructura clásica: presentación de personajes y conflictos (secuencias 1-11), nudo (secuencias 12-61) y desenlace (secuencias 62-63).  Por otra parte, muchos escritores y críticos están de acuerdo en subrayar que Tiempo de silencio marca un hito en la literatura española de postguerra, debido a su forma de novelar de manera intelectualizada y subjetivista. Aspectos que la separan de la ficción realista y objetiva de protesta social que dominaba el panorama literario antes de la publicación de la obra de Martín Santos (Vilanova, 1986: 135). Ramón Buckley sintetiza los rasgos innovadores en la obra de Martín Santos, expresando que otros escritores como Sánchez Ferlosio o García Hortelano, al nivel temático, trataban de lograr meticulosas descripciones de ambientes y de la conducta de sus personajes. También dice:

Por el contrario, Martín-Santos, en su novela, espera que estas descripciones estén ya en la mente del lector, antes de empezar a leer la novela. Este preconocimiento del lector es esencial para apreciar el pleno impacto estético de Tiempo de silencio, que se logra al oponer a esas viejas interpretaciones la nueva interpretación de Luis Martín-Santos y de donde nace primero el asombro y después la ironía en nuestro estado de ánimo (1973: 195-196).

El paralelismo ideológico

Los sucesos de la novela transcurren en plena época franquista. Período caracterizado de mucha represión política, aislamiento cultural y malas condiciones económicas. Así pues, el paralelismo ideológico lo podemos percibir en varias situaciones y en distintos temas, como, por ejemplo: el tema de la cultura  y la incultura del país. Ya que ante el sueño de Pedro de verse un gran investigador y médico, siguiendo sus experimentos en el laboratorio en Madrid, se ve por el otro lado la realidad con toda su crudeza por la falta de recursos. Dado que se acaban las ratas de la cepa del Illinois y se agotan los créditos. Además, el mismo laboratorio no está bien equipado ni bien preparado y eso lo subraya el protagonista al utilizar la anáfora: “Pueblo pobre, pueblo pobre” (Martín Santos, 1999: 7); expresión empleada en un largo discurso en que el héroe pone ante el lector una situación contradictoria, mediante el uso del símbolo del retrato de Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina, cuyo retrato está colgado en una de las paredes del laboratorio: “El retrato del hombre de la barba, frente a mí, que lo vio todo y que libró al pueblo ibero de su inferioridad nativa ante la ciencia, escrutador e inmóvil, presidiendo la falta de cobayas. Su sonrisa comprensiva y liberadora de la inferioridad explica –comprende- la falta de créditos. Pueblo pobre, pueblo pobre” (Martín Santos, 1999: 7). En el pasaje citado, el lector observa que el protagonista aspira a ser científicamente reconocido al nivel mundial tal y como “el hombre de la barba”, que gracias a sus descubrimientos científicos logró el Premio Nobel de medicina. Sin embargo, al verse trabajando en un instituto sin recursos, empieza a denunciar la situación que pueda impedirle a él alcanzar su objetivo. La falta de ratas y la falta de recursos le llevan al protagonista a su rotundo fracaso profesional. Esto es paralelo al fracaso del proyecto nacional de tener un país libre y culto, que disfruta de la libertad de expresión, la libertad política, económica y social. Sin embargo, en la era franquista España cayó bajo la autarquía, la represión de todo tipo, la incultura y la pobreza en sus múltiples facetas. La tendencia al fracaso de Pedro, según la interpretación de la psicología moderna, es una necesidad del héroe que se comporta según la imagen que tiene de sí mismo (Guidano, 1983: 19).

 

El paralelismo ideológico lo podemos encontrar, también, en la misma imagen de la España de los años cuarenta presentada en la novela. Vemos una sociedad jerarquizada donde las diferencias entre los estratos sociales están bien marcadas en el discurso narrativo. Mientras que Matías y su madre representan la alta burguesía por la riqueza y la elegancia en que viven; vemos que los personajes como Cartucho, Muecas, Ricarda y todos los que viven en la periferia y en las chozas, pertenecen a la clase más baja de la sociedad española. Alfonso Rey señala que Martín Santos usa la imagen de Madrid como trampolín “de la misma forma como de un objeto más o menos material y perceptible se da un salto a otras realidades menos tangibles, que guardan cierta relación de contigüidad con aquel” (Rey, 1988: 70). En esta línea del paralelismo ideológico, podemos notar los consejos que unos personajes dan a otros para no mezclarse con individuos de clases más bajas. Ya que doña Luisa, la dueña de un burdel, aconseja a Pedro y a su amigo Matías que no se vayan al burdel en los sábados para no coincidir con los albañiles ni mezclarse con la gente de clase baja. En el período en que Pedro estaba encarcelado, algunas personas de importantes cargos políticos aconsejan a Matías olvidarse del asunto de su amigo y le recomiendan alejarse de él.

El perspectivismo en la novela

En cuanto al tema del perspectivismo en la narración podemos decir que la obra está narrada desde diferentes puntos de vista. Ya que lo relatado representa la perspectiva o bien del propio narrador en tercera persona, o bien de uno de los personajes. Por ende, todo lo relatado conlleva un cierto grado de falsificación subjetiva. La verdad está a caballo entre lo que se dice y lo que desvelan las situaciones. Es decir, que la verdad se halla, no en lo que se dice, sino en las contradicciones que se dejan ver entre las distintas perspectivas erróneas. Óscar Tacca afirma que “la novela no es sino un lenguaje, a través del cual se cuelan distintas voces” (1973: 28). “Sonaba el teléfono y he oído el timbre. He cogido el aparato. No me he enterado bien. He dejado el teléfono. He dicho: “Amador.” Ha venido con sus gruesos labios y ha cogido el teléfono” (Martín Santos, 1999: 7). Así comienza la novela con la voz autobiográfica del protagonista, Pedro, quien se hace cargo de describir, en las primeras páginas del relato, el laboratorio de Madrid, lo que está haciendo allí y con quién está. Así pues, el mundo reflejado en las primeras páginas de la narración se presenta desde la perspectiva de Pedro, estando él en el laboratorio con su ayudante, Amador, dice: “Yo miraba por el binocular y la preparación no parecía poder ser entendida. He mirado otra vez: “Claro, cancerosa.” Pero, tras la mitosis, la mancha azul se iba extinguiendo. “También se funden estas bombillas, Amador.” No; es que ha pisado el cable” (Martín Santos, 1999: 7). En este fragmento tan corto, vemos que el joven investigador emplea palabras científicas y médicas al estar en el laboratorio rodeado de aparatos relacionados con su investigación. Al mismo tiempo, en algunas frases emplea las comillas para hacernos observar, mediante el efecto visual, que está hablando en voz alta o audible. Mientras que lo que relata fuera de las comillas está dirigido a nosotros los lectores y está con la voz en off. Entonces, todo lo que profiere refleja sus propias impresiones y su propia cosmovisión, que creemos que es la misa que tiene el autor. Ya que según la opinión de Miguel Ángel García Peinado, “la perspectiva y la expresión no tienen por qué coincidir en la misma persona” (1998: 258). En el presente caso, Martín Santos se esconde detrás de su héroe para comunicarnos su denuncia en contra de algunos aspectos negativos no sólo en el laboratorio, sino también en la sociedad española en general de finales de los años cuarenta. Es decir, que Pedro adopta el mismo punto de mira del escritor vasco, puesto que según Jo Labanyi el empleo del perspectivismo permite crear una visión polifacética de Madrid, que acentúa las diferencias tan grandes que separan un sector social de otro” (1985: 127).    

Asimismo, podríamos decir que Tiempo de silencio está protagonizada por un personaje central de la obra, un ser individual que relata una serie de episodios que lo conducen al fracaso. Desde el principio de la historia encontramos su monólogo interior que refleja sus preocupaciones por su futuro profesional, cuando se agotan los créditos y se acaban las ratas de la cepa importada del Illinois. Entonces, esta frustración existencial del protagonista la vemos como un hilo conductor que lo lleva a su inexorable fracaso, un doble fracaso: en su proyecto científico como investigador y en su proyecto personal, porque Cartucho asesina a su novia. Además, el fracaso nacional de tener un país libre de represiones en la época franquista. De este modo, podemos afirmar que el tema del fracaso es uno de los temas presentes en esta narración, puesto que en el libro, Poéticas del fracaso, se dice que “el héroe literario interesante es mayoritariamente un héroe fracasado” (2009: 47). Podemos subrayar que la falta de ratas es el motivo desencadenante de la acción novelesca, ya que pone a Pedro en contacto con el mundo de las chabolas. Aquel espacio marginado de la sociedad donde reinan la miseria, la ignorancia, el hambre y la violencia.

De esta manera, la narración comienza con un monólogo interior y se cierra con otro del mismo protagonista. En el primero, Pedro manifiesta con mucho optimismo sus preocupaciones por el futuro de sus investigaciones, tal y como lo hemos explicado antes; mientras que el segundo monólogo interior cristaliza el decisivo fracaso de su proyecto que lo lleva a una sensación de angustia y desesperanza.   

Habría que destacar que Martín Santos emplea la técnica del monólogo interior para poner al descubierto los sentimientos más profundos de sus personajes. Los monólogos interiores de Pedro, la decana de la pensión, Cartucho y el policía Similiano revelan su cosmovisión, sus problemas existenciales y su forma de ser. A través del uso de esta herramienta podemos observar el carácter violento de Cartucho y las malas condiciones en las que vive. Asimismo, seguimos con mucha atención los intentos incansables celestinescos de la dueña de la pensión para cazarle al joven médico, como ideal esposo para su nieta, Dorita, y las aventuras amorosas de su marido con las tagalas en las Islas Filipinas. Del mismo modo, compartimos los momentos de dolor y de malestar que sentía Similiano que padecía problemas de salud. Gracias a la aplicación de esta técnica, el autor nos permite ver desde dentro las contradicciones de sus personajes. De esta forma, creemos que la función de estos monólogos es narrativa y explicativa, porque cada uno de los personajes nos acerca a su mundo y nos susurra su drama existencial, explicando los motivos de sus acciones.    

En la narración, aparece la voz de un narrador omnisciente en tercera persona que serpentea entre los renglones para describir ambientes, personajes, conductas, situaciones, etc. En el momento en que Pedro y Amador se acercan al barrio de las chabolas, aparece la voz del narrador omnisciente que describe el aspecto mísero de aquellas casas precarias, pero, desde la perspectiva del protagonista. Veamos cómo describe el narrador esta zona tan pobre poblada de unas chabolas y habitada de la gente más pobre y marginada de la sociedad española: “los soberbios alcázares de la miseria. La limitada llanura aparecía completamente ocupada por aquellas oníricas construcciones confeccionadas con maderas de embalaje de naranjas y latas de leche condensada, con láminas metálicas provenientes de envases de petróleo o de alquitrán, con onduladas uralitas recortadas irregularmente” (Martín Santos, 1999: 49). En opinión de María del Carmen Bobes Naves:

El autor escribe una novela para influir en sus lectores creando opinión sobre formas de entender la libertad, la culpa, la responsabilidad, las relaciones sociales, etc., y esto, que sería el efecto perlocutorio, lo logra o no; la fuerza ilocutiva procede de las modalizaciones y los fines que el autor se propone con su texto (1998: 256).

A la luz de las palabras de Bobes Naves, nosotros, también, compartimos con Pedro lo que está viendo en aquel mundo tan paupérrimo de las chabolas, podemos visualizar la forma asimétrica de las casas en este arrabal arbolado de tugurios, cobijos y casas de emergencia. Asimismo, podemos percibir la insatisfacción dibujada sobre los semblantes de todos sus habitantes.

De este modo, en Tiempo de silencio hay varios monólogos interiores no sólo los de Pedro, sino que también existen otros monólogos de otros personajes como los de Matías, Amador, Cartucho y Similiano, tal y como lo acabamos de explicar. En cada uno de estos monólogos el receptor del mensaje novelístico se da cuenta de los problemas existenciales del personaje y de su nivel intelectual y cultural; igualmente, se observa el nivel del entorno. Estos aspectos se dejan ver en cada uno de los monólogos. Asimismo, a través del monólogo interior, el personaje nos deja ver el contenido de su conciencia. Ya que en uno de ellos oímos directamente la voz de Cartucho, un maleante lumpen. Su monólogo refleja su carácter salvaje y su decadente nivel cultural: “Se creía que me la iba a dar subiéndose al trole. A mí. Un castrón como ese tío. A mí. Ni sé cómo no le pincho ya” (Martín Santos, 1999: 189). Este tipo de monólogos lo llama Antonio Garrido Domínguez de ‘monólogo autonarrado’. Además lo define del siguiente modo: “El monólogo autonarrado es, en realidad, el discurso indirecto libre en primera persona. En él se produce igualmente la convergencia de las perspectivas del yo-narrador y yo-personaje y, por consiguiente, del tiempo presente y del pasado” (1996: 280). A la luz de las palabras de Garrido Domínguez, se aprecia que la perspectiva en este tipo de monólogos es la del personaje narrador. El único monólogo interior de una mujer es el de la Decana de la pensión, donde vive Pedro. Y como es una viuda de un militar nos deja adentrarnos en las zonas más recónditas de su propia conciencia sin la menor interposición del narrador. Así vemos, oímos y percibimos sus recuerdos, problemas, carencias, dolencias, penas y alegrías a través de su monólogo presentado desde su propia óptica: “Mi marido podía haberme dejado algo más pero no dejó sino su recuerdo, lleno para mí de encanto” (Martín Santos, 1999: 20).

Lo más característico de Tiempo de silencio, de Martín Santos, es el lenguaje. El autor emplea unas palabras que caracterizan personajes, mundos, clases sociales y ambientes. De hecho utiliza un lenguaje científico en ambientes no científicos, cuyo uso es puramente irónico. Esa contradicción resalta los objetivos de un autor sabio que habla de la cultura en ambientes no cultos, o habla de la medicina en lugares cargados de miseria, de enfermedad y de hambre. La finalidad del escritor se centra en mostrar que el progreso de España radica en la ciencia. En las situaciones contradictorias se ve con claridad el carácter peculiar de cada personaje, su comportamiento y sus actitudes. De este modo, el lenguaje, se convierte en una herramienta fundamental que despliega contextos, “estados anímicos, pobrezas y riquezas psíquicas, niveles de subdesarrollo social y espiritual, marginalidad inconsciente y reacciones primitivas” (Riezu 75).      

A modo de conclusión

Al final del presente estudio hemos llegado a la conclusión de que Tiempo de silencio contiene varias situaciones que resaltan el paralelismo ideológico que lo hemos explicado en las páginas anteriores. También, esta narración presenta una rica variedad de voces y de puntos de vista que reflejan la presencia relevante de un pluralismo en la perspectiva de lo narrado. Igualmente, en esta parte final del trabajo, valdría subrayar la importancia de los monólogos interiores presentes en esta obra magistral de Martín Santos, porque estos monólogos fueron utilizados por el escritor para caracterizar a los personajes, dejando al descubierto sus sentimientos más íntimos, sus problemas existenciales y su cosmovisión. Gracias a los monólogos y a la multiplicidad de perspectivas hemos asistido a varias situaciones contradictorias que nos han dejado visualizar la frustración del protagonista de la obra; hemos visto los continuos intentos celestinescos de la dueña de la pensión; también, hemos observado la violencia y la brutalidad del carácter de Cartucho o los problemas de salud de don Similiano. Queda por decir que el paralelismo ideológico y el perspectivismo en la novela de Martín Santos han sido utilizados en Tiempo de silencio para cumplir unas funciones narrativas y explicativas. Han sacado a la superficie la presencia de un mundo lleno de falsedades y una realidad contradictoria que encarna la sociedad española de finales de los años cuarenta.   

 

 

 

 

 

 



 

Bibliografía
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