EL CONCEPTO Y LA FUNCIÓN DE LA LITERATURA FEMENINA ENTRE LA LITERATURA ESPAÑOLA Y LA ÁRABE

Document Type : Original Article

Author

Spanish Department, Faculty of Al-Alsun, Minia University, Minia, Egypt

Abstract

This paper aims to define the concept and function of feminist literature written in the Spanish and Arabic languages through a comparative inferential approach. Moreover, it deals with the points of view presented by critics about the origin of the name of this literary genre. Further, the study attempts to clarify the doubts that usually accompany reading or hearing the term "feminist literature" by illuminating the origin of the term, the existence of non-feminist literature and the classification criteria in Spanish and Arabic feminist literature. Comparing the assumptions of Spanish critics and writers with their Arab counterparts led to the conclusion that there are three terms that should be conceptualized and defined: “feminist literature”, “women's literature” and “literature written by women.” Additionally, from a literary perspective, genres should not be classified on the basis of the author's gender, because the term “feminist literature” would serve, conversely, as a kind of audience guidance that would make this type of writing unacceptable to a stratum of readers. It should be noted that when literary criticism is directed towards a political or ideological movement (as the case of feminism), it pays more attention to the stereotypical and cultural image of women without worrying about the aesthetic value of the artwork.

Keywords

Main Subjects


RESUMEN:

Este trabajo objetiva concretar el concepto y la función de la literatura femenina tanto escrita en español como en árabe[1] a través de un método argumentativo comparativo. Además trata las perspectivas presentadas por la crítica sobre el origen de la denominación de dicho subgénero literario. Pretende esclarecer las dudas que suelen acompañar la lectura del término ‘literatura femenina’ sobre el origen del término, la existencia de literatura no femenina y el criterio clasificador en la literatura femenina española y árabe. La comparación de opiniones de críticos y escritores españoles con sus homólogos árabes ha llevado a concluir que hay que concretar el concepto de tres términos: literatura feminista, literatura femenina y literatura escrita por mujeres. Así mismo desde el punto de vista de literario no debería categorizar los géneros literarios a base del sexo de su autor. En caso contrario, sería una etiqueta comercial que sirve de orientación para el público lo que haría que este tipo de escritura no se topara con sus respectivos lectores. Cabe asegurar que cuando la crítica literaria va dirigida hacia un movimiento político o ideológico (como es el caso del feminismo) atiende más a la imagen estereotipada y cultural de la mujer sin preocuparse por el valor estético de la obra artística.

PALABRAS CLAVES: literatura femenina, literatura escrita por mujeres, feminismo, derechos de la mujer, literatura comparada 

 

 

 

Introducción

El presente trabajo pretende llegar a través de un método argumentativo comparativo a un término que describe o define la literatura femenina buscando las características comunes que agrupan una ristra de términos y acuñaciones hasta el momento pertinentes a este tipo de escritos. Del mismo modo objetiva concretar un concepto del término y el criterio con el que se puede calificar una obra literaria con femenina o no, lo cual nos da una pista de saber hasta qué punto este tipo literario cumple con su función y compromiso social. De ahí, el presente trabajo procura dar respuestas a las siguientes preguntas:

¿Se puede asegurar que la literatura no femenina será incapaz de cumplir con esta función? ¿La literatura femenina española y la árabe tienen el mismo criterio clasificador? ¿Cuál es la base conceptual que dio lugar a este subgénero literario? ¿No contradice el hecho de bautizar un género literario propio con el principio de la igualdad y, por lo tanto, intensifica el carácter discriminatorio entre el género femenino y masculino?

No cabe duda de que la literatura femenina o la literatura escrita por mujeres es una búsqueda de identidad y un “intento de rescatar las vivencias femeninas” y plantea “una serie de problemas que constituyen reflexión sobre la situación social y económica de la mujer” (Potok-Nycz, 2003). Así que este tipo de escritura era una reacción y respuesta en su sentido básico a la ontología heredada que consideraba a la mujer como suplemento del hombre, costilla de Adán que debía obediencia al marido, y el hombre se suponía que ocupaba un lugar similar al de Dios. Tal como afirma San Pablo en su Epístola a los Efesios: “Las casadas estés sujetas a sus maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia… Y como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo” (5:22; 24-5) (Guerra, 2007, pág. 10). El caso de la mujer árabe, en general, y egipcia, en particular, no dista mucho de la realidad de la mujer occidental, aunque en la mayoría de las veces la situación de la literatura femenina en Egipto no parte de paradigmas religiosos sino de un pensamiento tribal patriarcal e interpretaciones tergiversadas de las fuentes del islam. De esta forma se experimenta que la mujer en los países árabes no sufría tal grado de opresión, por lo menos a nivel teórico, tal como asegura Bahira Abdulatif[2] (2017):

 

Se parte de la postura conservadora que rechaza al feminismo laico, tachado de ser importado de la experiencia de las mujeres occidentales, cuya imagen judeocristiana de pecadora, y su historia, plagada de discriminación, distan mucho de la trayectoria de las mujeres en el Islam, algo que es verdad a nivel teórico, aunque la realidad lo desmienta (pág. 351).

 

La mirada a la mujer occidental se va modificando con el paso del tiempo, pero no del todo, ya que la presencia de las mujeres en la literatura varía según la época. Al comienzo, las autoras estaban ocultas bajo seudónimos o recluidas en sus hogares. Con el movimiento feminista, se logró dar paso a obras fundamentales para el arte literario y a una escritura diversa, alejada de una visión divisoria de géneros.

Para las escritoras del siglo XIX había dos opciones: cambiar su identidad o llevar una vida de encierro. De ahí, se ve que varias obras publicadas a nombres masculinos son de escritoras que recurrieron a esta salida con el fin de evitar prejuicios de desprecio contra la literatura femenina y de encontrar la posibilidad de publicar sus escritos, como las hermanas británicas Charlotte, Emily y Anne Brontë (Charlotte, autora de Jane Eyre, Emily, de Cumbres borrascosas y Anne, de La inquilina de Wildfell Hall), quienes publicaron sus libros con los nombres de Currer, Ellis y Acton Bell, respectivamente; George Eliot, el británico, era Mary Ann Evans, autora de la novela Middlemarch: un estudio de la vida de provincia, publicada en 1874 y considerada como una de las mejores obras de la literatura inglesa; George Sand era la francesa Amantine Dupin, una de las autoras más prolíficas de su época. Escribía historias de amor y de diferencias de clase, criticando las normas sociales; incluso, en los años 1990, Joanne Rowling, “la escritora británica escondió su primer nombre, Joanne, por sugerencia de la empresa que publicó sus historias sobre Harry Potter, para que los libros fueron leídos por los niños” y repite el mismo proceso con su primera novela policial titulada The Cuckoo’s Calling que ha sido publicada bajo el seudónimo masculino, Robert Galbraith, para escapar de las expectativas.

De entre las figuras femeninas que publicaban bajo seudónimos masculinos en la literatura española sobresalen Agar Eva Infanzón Canel (Coaña, Asturias, 30 de enero de 1857-La Habana, Cuba, 2 de mayo de 1932) con el seudónimo de Ibo Maza y Fray Jacobo; Carmen de Burgos y Seguí (Almería, 10 de diciembre de 1867-Madrid, 9 de octubre de 1932) con el seudónimo de Gabriel Luna y Perico el de los Palotes; Caterina Albert (La Escala, 1869-1966), más conocida por el seudónimo de Víctor Català; y Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea (Morges, Cantón de Vaud, Suiza, 25 de diciembre de 1796-Sevilla, España, 7 de abril de 1877) que firmaba sus obras bajo el seudónimo de Fernán Caballero. Entre otras escritoras del siglo XX eran Lucía Sánchez Saornil (Madrid, 13 de diciembre de 1895 – Valencia, 2 de junio de 1970) que firmaba sus escritos con el seudónimo de Luciano de San-Sao; María del Carmen Gutiérrez Sánchez, más conocida como Carmela Gutiérrez de Gambra (1921 – Madrid, 31 de julio de 1984) con el seudónimo de Miguel Arazuri y André Ronsac; María Luz Morales Godoy (A Coruña, 1889 – Barcelona, 1980) con el seudónimo de Jorge Marineda, etc.  

A pesar de existir obras publicadas bajo seudónimos masculinos, con el siglo XX la literatura femenina empezó a asumir iniciativas que presentaron la mujer a través de la voz femenina, como Una habitación propia (1928), de Virginia Woolf, y El segundo sexo (1949), de Simone de Beauvoir (Guerra, 2007, pág. 8).

 

La etiqueta de la literatura femenina española

Según la taxonomía de Elaine Showalter (1979) y (1981) en cuanto a la crítica feminista, hay dos tendencias: la mujer como lectora (crítica feminista) y la mujer como escritora (la ginocrítica). A la primera tendencia pertenecen las obras “que consideran las imágenes y estereotipos de la mujer en literatura, las omisiones y las falsas concepciones sobre las mujeres en la crítica y la mujer-corno-signo en los sistemas semióticos”(Showlter, 1981, pág. 245, citado por citado por Suárez Briones & Fariña Busto, 1994); y la segunda se asocian “con la mujer como productora del significado textual, con la historia, temas, géneros, de la literatura escrita por mujeres” (Showlter, 1979, pág. 128, citado por Suárez Briones & Fariña Busto, 1994). Desde este punto de vista la literatura femenina se refiere a las obras escritas por mujeres y tratan temas relacionados con la mujer y/o defienden sus derechos sin ser necesariamente dirigidas a mujeres. Este es el concepto que responde a la necesidad de que este tipo de obras fuera existente, que a su vez, se plasma en la escasez de escritoras, la carencia de una voz del mismo género que expresaría sus asuntos íntimos o/y grita por conseguir su emancipación de la cultura patriarcal. La obra de arte en ese entonces se hacía el comunicado y el mensaje dirigido a la ideología patriarcal que materializó el silencio y convirtió lo íntimo en algo público y transferible, tal como lo comenta Aiudi (2020): “la escritura de mujeres fue mudándose a temas que rompieron con un esquematismo e hicieron de lo íntimo una narrativa de algo compartido”. El nuevo género no se limitaba a cuestionar la imagen androcéntrica y tradicionalmente heredada de la mujer, sino que pretendía presentar otra nueva carente de pasividad y contradicciones:

 

Las autoras no solamente problematizaron el haber sido escritas desde el patriarcado, sino que, al mismo tiempo, se esforzaron por romper con los modelos «femeninos» que, por estar insertas en esa hegemonía, ellas mismas habían contribuido a crear. Ver sus propias contradicciones y cuestionarlas fue uno de sus principales objetivos literarios.    

 

Marina Fe (Turriza, 2022), catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), asegura la relación entre la escritura femenina y el género de su autor, en el sentido de que la denominación de ésta viene por el género de éste. Y añade que se nota que durante el siglo XX se observó una irrupción de la palabra escrita por mujeres en espacios antes reservados sólo para la opinión masculina. Lo mismo dice la académica Susana Henao Montoya (Turriza, 2022) que confirma la importancia de existir un espacio literario para las mujeres con el fin de proveer una perspectiva femenina del mundo por lo que se describen de forma distinta las experiencias políticas, sociales y culturales. Esta teoría fue justificada por el concepto con el que la escuela de Constanza interpreta el proceso de la lectura (Hermosilla Álvarez & Cepedello Moreno, 2013) y (Hernández‐Santaolalla, 2010, págs. 198-204), ya que considera la lectura como un espacio intersubjetivo compartido por el escritor y el lector. Es decir, el texto no suele encerrar todas las significaciones de su componente, sino que son el resultado de una interacción entre texto y recepción, donde se interfieren la intención de la persona que escribe y la del que lee, quien, a partir de los huecos textuales, activa su personal imagen de mundo (Iser, 1987, págs. 264 y 289, citado por Hermosilla Álvarez & Cepedello Moreno, 2013).

Al momento en que la mayoría de las voces vinculan el término de la literatura femenina con su autoría, Ana Lena Rivera Muñiz (Turriza, 2022) atribuye el término de la ‘literatura femenina’ a la clasificación de marketing por separar los escritos propicios al gusto femenino de otros que no lo son. De ser así, “la autora hace énfasis en que esta distinción únicamente ha afectado a las lectoras, pues realmente nadie ha hablado de la existencia de una “literatura masculina” como concepto” (Turriza, 2022).

La literatura femenina no trataba solamente temas de familia y de ámbito doméstico, sino que también se extendió a abordar desde una perspectiva femenina otra índole de temas, como la sexualidad, el erotismo, la maternidad, el aborto, los femicidios y/o las presiones que implican elegir una profesión. Temas en los que directa o indirectamente se encuentran implicados todos los miembros de la familia y de la sociedad en aras de mostrar al público nuevas miradas sobre el universo femenino y hacer explícita la subordinación de la mujer al hombre. Una vez la literatura escrita por mujeres conlleva el pensamiento feminista y propaga sus ideas era allí donde se dio origen a una tendencia contraria dentro y fuera del campo literario que evoca el pasado fantástico de felicidad y la figura del ángel de un hogar feliz, presentados en nuevas escrituras y propagados en las redes sociales. Una ola parecida empezó durante la década de los años sesenta que sostenía una perspectiva alternativa contraria a aquella que muchas escritoras feministas luchaban por establecer.

Puede que el término ‘literatura femenina’ empezó a relacionarse con connotaciones negativas tanto en la literatura hispanoamericana como en la española debido a la referencia que éste hiciera a la llamada novela ‘rosa o romántica’ o a la novela de masas cuyos personajes treintañeras viven en una ciudad entre amigas, -a veces, el trabajo - y relaciones fallidas buscando una relación adecuada. A este tipo de personajes sólo le preocupan las relaciones de parejas y su estatus en las redes sociales. Según las obras en el auge del mercado popular y la confirmación de los académicos especialistas, entre ellos sobresale María del Mar Ramos Cambero (2020, pág. 9), de que estereotipos de género y estrategias de marketing están detrás de su best seller. Los personajes femeninos de la mayoría de estas historias suelen encuadrarse en unas cuantas necesidades muy banales (cf. Cambero, 2020). Tal vez esta suerte de obras dio luz roja a algunas escritoras para replantear sus ideas acerca del término de ‘literatura femenina’. Por ejemplo algunas escritoras, como Almudena Grandes, Rosa Montero, Rosa Regàs o Ana María Matute, entre otras, prefirieron desligarse de este término.

Otras escritoras jóvenes, como Jenn Díaz (Iglesia, 2016), rechaza que se asocie el concepto de la literatura femenina con las figuras superheroínas ni personajes feministas o que sus obras se dirijan a mujeres aunque defiende el feminismo emancipatorio y asegura “que en los grupos de lectura, las lectoras son mujeres y, más en concreto, señoras” (Iglesia, 2016). Jenn Díaz adopta una actitud muy acertada cuando no niega ser feminista, pero no quiere condicionar sus escritos para dejar puerta abierta a lectores masculinos e interpreta el porqué de su actitud al decir que Matute y Martín Gaite fueron “feministas sin saberlo”, de ahí será muy bien dejar la clasificación a los lectores que construirán sus definiciones a partir del texto literario. Del mismo modo muestra que para el público clasificar una obra literaria con femenina no es lo mejor; y propone: “Si me hubieran definido como la nueva Delibes, de la misma escuela que Matute o Martín Gaite, para el público yo habría tenido una posición superior” (Citado por Iglesia, 2016). La ausencia del concepto de literatura masculina pone en peligro de marginalidad o inferioridad varias obras categorizadas -aunque sea con fines mercantiles- como femeninas. Díaz se opone al concepto de la literatura femenina y al mismo tiempo declara que ella es autora de literatura femenina siempre que dicho concepto no implique inferioridad.            

Otra actitud será la de Marta Sanz (2015) que considera urgente escribir desde su clase y desde su género. Adopta una perspectiva femenina y feminista a la vez, puesto que cree que la voz femenina debería seguir marcando su terreno y al público aún le urge saber la diferencia entre machismo y feminismo; siendo este último el remedio de corregir la situación social:

 

Y con el feminismo la gente ni siquiera sabe lo que es. Hay mujeres y hombres que oponen feminismo y machismo, considerándolo categorías equivalentes. El machismo es un estado cultural, pervertido, consecuencia de un dominio ejercido a lo largo de muchos siglos por el hombre hacia la mujer. Y el feminismo es un movimiento intelectual articulado precisamente para corregir todo ese estado de cosas.    

 

Según las palabras de Sanz, el feminismo y la etiqueta de literatura femenina no conllevan connotaciones negativas a sus obras, sino que tal vez funcionen como eslogan en su posible campaña frente al machismo dominante. Aunque Jenn Díaz (Iglesia, 2016) menciona a Lara Moreno y Cristina Morales como “mujeres que huyen del cliché de lo femenino”, la misma Lara Moreno asegura que el feminismo está también en su última novela”[3]. Pero se define su perspectiva de abordar el tema del feminismo como actitud general de defender la igualdad, es decir, sus ideas feministas no parten del movimiento político sino de un valor moral que le acompaña desde que tenía uso de razón “sin saber que era feminismo” (Moreno, 2021). Y declara la propia escritora que cuando se habla de feminismo se habla de la igualdad exclusivamente, El feminismo, sin saber que era feminismo”. En otras palabras, cuando la literatura aborda temas femeninos no parte del movimiento político sino de una mujer que ha sido involucrada en “una pelea constante contra la injusticia, contra ciertos sometimientos que vienen desde la cuna” (Moreno, Lara Moreno: «El machismo que hay en la literatura es el mismo que el que hay fuera», 2021).

Según parece, Jenn Díaz, Marta Sanz y Lara Moreno separan el concepto de la literatura femenina del movimiento político del feminismo. En el sentido de que Jenn Díaz afirma su actitud personal como feminista pero no desea clasificar sus obras como femeninas. En cambio, Marta Sanz considera urgente escribir desde la condición de ser mujer para salvar los derechos de la mujer anteriormente conseguidos. Lara Moreno subraya el precepto que avala Jenn Díaz al hablar de Ana María Matute y Carmen Martín Gaite cuando comenta que fueron feministas sin saberlo (Iglesia, 2016). A su vez Moreno pretende escribir literatura defendiendo a las mujeres sin intenciones preestablecidas de ser feminista sino de escritor que expone la realidad social (Moreno, Lara Moreno: «El machismo que hay en la literatura es el mismo que el que hay fuera», 2021), de ahí presenta su novela, La ciudad (2022), como “un relato sobre la violencia y su relación con la cotidianidad y la desigualdad social” (Moreno, 2022) que cuenta la historia de tres mujeres muy diferentes, una española, Oliva, y dos inmigrantes, Damaris y Horía, con un punto en común: la violencia. Cristina García Morales adopta una actitud parecida al concepto de la literatura femenina y el feminismo de Lara Moreno que en su Lectura fácil (2014) “narra la historia de cuatro mujeres con discapacidades intelectuales -Marga, Nati, Patricia y Àngels- que comparten un piso tutelado en la Barcelona de los movimientos sociales, el paro, los desahucios y la "okupación" (Morales, 2019).    

Por todo ello y tomando como referencia la actitud de varias escrituras que vuelven a revisar y valorar la asociación del término de literatura femenina con sus propios escritos Cambero (2020) concluye que la labor investigadora tiene que “incrementar los estudios culturales que nos permitan aproximarnos a la perspectiva de las personas que consumen un libro” (pág. 9) y con ello, “valorar, desde un planteamiento filosófico, la redefinición no solo de la identidad femenina, sino del concepto de sujeto moderno en este tipo de literatura” (pág. 9).

 

La etiqueta de la literatura femenina árabe

La literatura femenina desde el punto de vista de la crítica literaria árabe se refiere a cualquier obra literaria que se centre en la lucha de las mujeres por la igualdad y trata los temas que conciernen a su situación social. Aunque estas dos características son suficientes para marcar una barrera divisoria entre un género literario y otro, algunos críticos y escritores prefieren llegar un poco más allá de los rasgos puramente objetivos asociando la creación literaria con el género/sexo de su autor e, incluso, a veces, con el de su lector. De ahí se amplía el concepto de la literatura femenina para caber cualquier obra literaria escrita por mujeres que las defiende a ellas y trata de temas tan femeninos que se adecuarían en la mayoría de las veces al gusto del lector femenino. En este terreno surge una tendencia que confirma la existencia de la etiqueta de la literatura femenina resaltando su aportación intelectual y artística sin que esto se relacione con el sexo de su autoría (Ḥāfiẓ, 2018). Otra tendencia rechaza dicha etiqueta basándose en la teoría de que una obra literaria no debería clasificarse según el sexo de su autor, sino más bien según sus rasgos artísticos y sus temas tratados. Una obra literaria presentaría un valor humano, carácter que no debería depender del sexo del autor. A esta tendencia pertenecen Širīn Al-Mallawānī, crítica, quien insiste en rechazar la categorización androgénica de la literatura femenina; e ʾIbrāhīm ʿAbdulmağīd, novelista, quien asegura que “cualquier intento de poner etiquetas o límites a la obra artística significa abortarla”[4] (Ḥusnī & Bašīr, 2022).

Al margen de este debate sobresale quien separa el término “literatura femenina/الأدب النسائي” de “literatura feminista/الأدب النسوي-الأنثوي”, modo con el cual señala con el primer término a la literatura escrita por mujeres; y con el segundo, a la literatura que trata temas puramente femeninos. Aquella que defiende y lucha por la igualdad, un rasgo que se interpreta con preceptos políticos e ideológicos del movimiento feminista (Ḥāfiẓ, 2018). A pesar de que dichos términos son puramente árabes, se basan en equivalentes occidentales; españoles, femenino y feminista; e ingleses, female literature y feminist literature. Esta bifurcación acarrearía rasgos distintivos que generan dos etiquetas con sus respectivas condiciones. La condición de la literatura femenina, es decir, escrita por mujeres, no tiene por qué tratar asuntos específicamente femeninos, sino que podría extenderse a todos los temas de valor universalmente humano. En este caso, sería conveniente quitar esta etiqueta para que este tipo de obras se exponga a la crítica literaria sin discriminación previa teniendo en cuenta la inexistencia de la etiqueta adversa, es decir, la de la ‘literatura masculina’. Hay que poner de manifiesto que, en las obras escritas por mujeres, si realmente el sexo del autor influye en el aspecto técnico o estilístico del relato, será, en este caso, un factor negativo que condicione la capacidad creativa del autor, los recursos narrativos y la variación técnica y estilística de la propia obra artística, ya que cualquier iniciativa creativa brota desde una fuente única acuñada por el sexo de su creador. Dicho de otra forma, condicionar la obra artística con el sexo de su autor abortará cualquier iniciativa innovadora, lo que hace siempre de este tipo de obras una opción distinta de creación artística limitada y, hasta cierto modo, inferior, a las etiquetas o categorías restantes, opinión que comparten varios escritores, como Ibrahim Abdulmaguid (Ḥusnī & Bašīr, 2022) que declara que “cuando encuentra el título de la literatura femenina (الأدب النسائي) o la literatura limpia (الأدب النظيف), no la lea”.

La otra posible etiqueta es la literatura que trata asuntos relacionados con lo femenino sin atender a su autoría. En este caso el valor de la obra radicaría en el poder de sus rasgos artísticos tanto técnicos como estilísticos de su autor sea cual sea su sexo. Si el origen de acuñar literatura femenina fuera eso, lograría más prestigio y autonomía tal como ocurre con los subgéneros narrativos, con las novelas de ciencia ficción, las de intriga, las picarescas, e incluso, la literatura infantil que se caracteriza por temas educativos y vocacionales, y se dirige a clase específica de lectores. A partir de este precepto se consideran literatura femenina aquellas obras de temática femenina o defienden a la mujer, aunque estén escritas por hombres. En este sentido se incluyen varias obras del patrimonio literario árabe que datan de principios del siglo XX, como la novela más prestigiosa y reconocida por los críticos, Zaynab: manāẓir wa ajlāq rīfiyyaht (1913)[5], del autor Muḥammad Ḥusayn Haykal; Sara (1938), de ʿAbbās Maḥmūd Al-´Aqqād, Zuqāq al-Midaq (1947)[6], Bidāyaht wa-nihāyaht (1949)[7], Bayna al-qaṣrayn (1956)[8], Qaṣr al-Šawq (1957)[9] y At-tukkariyyaht (1957)[10], de Nağīb Maḥfūẓ; Al-ʾalrḍ (1954), de Aḥmad Aš-šarqāwī, entre otras.[11] Este tipo de obras escritas por hombres tratan asuntos variados entre ellos la situación de la mujer, como esposa, madre, divorciada, hermana, hija, etc. Es innegable el papel que desempeñaban en defender a la mujer egipcia en aquel entonces y será injusto ignorar este papel por el hecho de que sus autores no son mujeres. Rīm Basyūnī (Ḥāfiẓ, 2018), escritora egipcia y docente de sociolingüística, expresa su actitud frente a la clasificación de la literatura femenina diciendo: “la literatura no debe clasificarse porque trata del alma humana en general”[12]. En el mismo sentido dice Širīn Al-Mallawānī (Ḥusnī & Bašīr, 2022) que la clasificación de las obras escritos por mujeres a base del género de su autor oprime a las mujeres:

 

La literatura femenina es considerada uno de los términos polémicos que más atención ha cobrado desde los años noventa, sobre todo después de que su uso se extendiera mucho con el surgimiento de algunas plumas de mujeres en varios países árabes, pero este término no fue capaz de reconciliar los diferentes puntos de vista sobre él, especialmente por parte de las propias escritoras.

 

La literatura femenina podría ser una etiqueta mercantil no un género literario que implicaría teorización crítica porque la crítica literaria pretende valorar la producción literaria en sí, no al género de su propio autor. Por otra parte, si la producción literaria se ve siempre influenciada por el género de su autor, se afectaría su valor artístico, ya que, de una forma u otra, llegará el momento en que se agotan las variables que se basan en este factor invariable, cosa que muchas veces da lugar a obras estereotipadas. Aunque algunas escritoras apoyan la etiqueta de la literatura femenina, reconocen que no todos los escritos de mujeres se limitan a defender a la mujer ni a presentar mundos exclusivamente femeninos. He aquí Doḥá ʿAṣī (Ḥāfiẓ, 2018), escritora egipcia, que declara que:

 

No se debería poner todas las obras escritas por mujeres bajo una sola clasificación debido a los mundos y experiencias de las mujeres. Pues, hay algunas escritoras que extraen sus temas de mundos específicamente femeninos, mientras que otras adoptan un enfoque totalmente distinto, similar o cercano al mundo de los hombres, como la literatura de las cárceles y centros de detención.

 

A pesar de que ni hay quien garantice que la literatura de las cárceles y centros de detención fuera exclusiva de escritos por hombres, se puede decir que es allí donde se aclara la idea de que una obra literaria debería ser valorada sin basarse en el género de su autor, ya que el origen declarado de aparecer este tipo de escritos era que la mujer se expresara y corrigiera su imagen preestablecida por la sociedad machista, por una parte, y, por otra, que la mujer tenga la misma oportunidad que el hombre para hablar de sus mundos inexploradamente femeninos. Pero a simple vista la clasificación de las obras literarias basadas en sus objetivos ideológicos contradice con la intención creativa de la obra narrativa, puesto que esta suele presentar un mundo más o menos completo y un discurso contextualizado a fin de que la mimesis se concluya por el lector, no se presenta a él; de no ser así, sería el ensayo el género más idóneo de hacerle llegar el mensaje al lector. La narrativa, el ensayo y la poesía son géneros bien edificados depende de la técnica y la forma de expresión.

La literatura feminista (الأدب النسوي) es la otra denominación propuesta por Širīn ʾAbu An-nağá (Ḥāfiẓ, 2018). Pero la escritora egipcia intenta separar esta etiqueta de aquella (literatura femenina o escrita por mujeres) acertando en este caso al sacar el sexo del autor del parámetro de la literatura feminista, ya que ella asegura: “No todo lo escrito por una mujer se considera literatura feminista. La literatura feminista es aquella que lleva una idea y una visión, independientemente del género de su autor, sobre todo porque hay hombres que llevan el pensamiento feminista” (Ḥāfiẓ, 2018). Además, señala ʾAbu An-nağá (Ḥāfiẓ, 2018) que la literatura escrita por mujeres se limita a aquellas obras que pertenecen a su escritor sin presentar necesariamente pensamiento ni tendencia ideológica femenina.    

Lo que en 1985 dijo Ana Ramos de que "durante los últimos veinte años, no se ha publicado una sola colección de cuentos en la que al menos uno no esté consagrado al problema de la condición femenina en la nueva sociedad árabe", confirma que la cuestión de la mujer en el mundo árabe ha experimentado grandes avances a partir de los años 60. Cosa que avala la idea de que el movimiento feminista no era más que una respuesta a los llamamientos del mismo en Occidente. De la misma manera confirma Carmen Gómez Camarero (1992, pág. 130) la similitud entre los casos de las escritoras occidentales y árabes por ser como exiliadas en sus propias sociedades. Elaine Showalter declara que la literatura escrita por mujeres se consideraba en ese entonces como subcultura no por ser inferior sino por ser oprimida (Camarero, 1992, pág. 130). La opresión según la escritora y poetisa catalana, Marta Pesarrodana, no era prohibir escribir a la mujer, sino que esa se debería a la falta de encontrar estudios críticos sobre la literatura escrita por mujeres. Así cita Carmen Gómez Camarero (1992) las palabras de un periodista tunecino que daba la razón por la falta de estudios críticos sobre la literatura femenina: “porque la crítica esencialmente masculina la ha dejado al margen durante mucho tiempo. Quizá ¡por misoginia!” (pág. 131). O a lo mejor el retraso ha sido originado por concretar el concepto de la literatura femenina, ya que la crítica árabe tuvo que discernir entre la literatura femenina (الأدب النسائي) y la literatura feminista (الأدب النسوي) (Abdullatif, 2017, pág. 368). Es relevante que una gran parte de la labor crítica subyace en el concepto del género al que pertenece la obra literaria porque cada género literario implica actitudes y criterios específicos de la crítica. Cabe decir a la vez que una de las tareas básicas de la crítica ante una obra literaria es buscar su mensaje, “disecciona el texto, atrapa el contenido escrito entre líneas y confronta el documento con el momento histórico en que fue escrito y con las diferentes épocas en que luego es leído” (Ruiz, 2018, pág. 85). Revelar la intención del autor o el mensaje de la obra cierra el camino la interpretación creativa de la crítica. Así es. Un crítico comparte al escritor en la creación del mensaje de su obra a través de su aportación analítica e interpretativa de su texto. Si el crítico piensa que no va a aportar nada nuevo en la interpretación de una obra literaria, quizá no tendrá interés de estudiarla. Tal como dijo Alonso Zamora Vicente (Citado por Villanueva, 2016): “Un crítico que no sea creador también pierde bastante el tiempo” (pág. 302). El escritor genio no facilita información sobre su escrito para dejar margen y oportunidad a que la revele la crítica. Con las ideas preestablecidas sobre una obra literaria se originan barreras que obstaculizan la labor intelectual de la crítica.

   

La literatura femenina como etiqueta mercantil

Para irnos de una forma más ordenada nos vemos obligados a separar los elementos constituyentes de una obra literaria como un acto comunicativo formado por tres elementos básicos: el emisor, que es el escritor; el receptor que es el lector; y el mensaje que es, en este caso, la obra literaria. Se nota que los dos elementos que pueden calificarse con femenino o masculino son el escritor o el lector. Y esto nos pone ante una pregunta: ¿la literatura es femenina debido al género de su lector? La verdad es que algunos críticos suponen este planeamiento por el marketing editorial debido al hecho de que las mujeres representan el gran sector que compra libros y son “las grandes prescriptoras de lectura”, ya que las mujeres compran para leer, para regalar y para los hijos. Esto significa que las editoriales venden más si dirigen las campañas de marketing literario a las mujeres. (Muñiz)

La escritora española, Ana Lena Rivera Muñiz (Turriza, 2022) señala que la categorización de los escritos femeninos ha sido meramente comercial asociando el término de la ‘literatura femenina’ con “aquellos escritos que son leídos mayoritariamente por mujeres”. Eso quiere decir que la separación de las obras partiendo de dicho criterio depende de los gustos sólo con base en factores de género relacionados con qué es aquello que se considera masculino o femenino. En este texto sobresale el crítico sirio Abdullah Abuhaif que supone que los términos de literatura femenina y feminismo parten de bases del análisis psicológico, puesto que aparecieron cuando Lacan replanteaba las teorías de Freud. Las perspectivas de la escritura femenina y el análisis psicológico han sido desarrolladas más tarde por Jacques Derrida, Helene Cixous, Julia Kreisteva y Luce Irigaray (Cfr. Guerra, 2007, págs. 43-75).

Muchos críticos árabes también aseguran que muchas obras que pertenecen a la literatura femenina últimamente buscan la fama y/o el dinero o compartir ambos propósitos por el escritor y la editorial. Atribuir totalmente la literatura femenina a objetivos mercantiles no es del todo justo, pero una parte de ella actualmente sí. De ahí, no dista de la realidad el crítico egipcio Ḥusayn Ḥammūdaht (Ṣadá Al-balad, 2021) al decir: “la mala escritura, bajo la apariencia de "literatura de mujeres", representa un fenómeno claro, que tiene la misma difusión que cualquier otro fenómeno”. En su opinión, son meramente casos individuales que con el paso del tiempo y la conciencia lectora, este tipo de obras, va para menos hasta desaparecerse. Sin negar los propósitos mercantiles dice el escritor y el poeta Yusrī Ḥasan (Ḥusnī & Bašīr, 2022) que no deberíamos generalizar este fenómeno, y si esto pasa bajo la etiqueta de la literatura femenina, suceden casos iguales con la literatura escrita por hombres. Es decir, las obras de baja calidad buscan cualquier etiqueta bien propagada bajo la cual podrán ser publicadas, especialmente con las nuevas tecnologías de telecomunicaciones con las cuales cualquiera puede realizar los trámites de publicación bajo la etiqueta que quiera sin control a través de las páginas web y las redes sociales. Pero este fenómeno no le es preocupante porque comparte con Ḥammūdaht la conclusión de que al final se queda de dichas obras las que tienen valor. Esto es un caso común en casi todas las culturas, sobre todo, a través de unas agencias profesionales de realizar campañas de publicidad para productos literarios menos prestigiados. Casos que han sido científicamente estudiados por Paul Du Gay (1997) que “subraya  que la  representación,  en  general,  y  el  lenguaje  empleado  por  la  publicidad,  en  particular,  apelan  no  tanto  a decisiones racionales y lo que entendemos por necesidades “reales”, sino que más bien operan en la fantasía y el deseo del consumidor” (Cambero, 2020, pág. 73), y por otra parte dice en este sentido Darío Villanueva (Del Aguila, 2022) sobre casos parecidos en la literatura española:

 

Sin embargo, esos textos, aunque se presenten con el rubro de «novelas», no tienen ninguna voluntad de trascendencia ni perdurabilidad. Simplemente, se limitan a contar una historia. Muchas veces, recurren a estrategias de tipo policial o de intriga. Son novelas que casi siempre comienzan con un asesinato para captar la atención del lector durante un cierto tiempo. Y, según lo considero yo, son textos de usar y tirar. Son absolutamente fungibles. Una vez que han salido y han alcanzado éxito de ventas, desaparecen de los anaqueles de las librerías y, lo que es más grave, no vuelven a ser reeditados, y ya nadie se acuerda de ellos. Además, la industria proporciona inmediatamente otros textos que vienen a sustituir a esos. Y a estos textos sustitutorios les ocurrirá exactamente lo mismo que a los anteriores. (pág. 151)

 

Esta tendencia no se limita a la crítica masculina, sino que algunas críticas y escritoras no tardan en interpretar este fenómeno con el hecho de que el cambio de vida en las sociedades árabes se refleja en la vida literaria, cosa que hace que algunos pretendan alcanzar fama y prestigio social, y llenar el vacío -participando en encuentros y conferencias literarias- entrando a la fuerza en el mundo de la escritura para ganar premios, elecciones y una posición que da influencia, dinero, viajes, prestigio y arrogancia. Y comenta Kamilia ʿAbdulfattāḥ (Ḥusnī & Bašīr, 2022) que “tratar la literatura -el pensamiento y el arte- desde un punto de vista comercial y material, es la primera razón por la que prevalece el fenómeno de la mala escritura entre muchas mujeres -y también hombres- bajo el manto de la literatura”. Tanto Suhīr Al-muṣādqaht como Kamilia ʿAbdulfattāḥ, entre otros, hablan sobre el fenómeno desde una perspectiva social asegurando que los fines comerciales de parte de autores o editoriales no son específicos de la literatura escrita por mujeres, sino también por hombres aunque hacen hincapié en que “la vida literaria ha sido invadida por muchas mujeres que sufren de vacío, ya sea por haber llegado a cierta edad, o por el torbellino de su vida personal y sus problemas sociales” (Ḥusnī & Bašīr, 2022) teniendo en cuenta,  que el internet como arma de doble filo; por una parte “se ha convertido en un espacio abierto donde las mujeres pueden hacer en público todo lo que tienen prohibido en una sociedad que les cierra las puertas a cal y canto” (Abdullatif, 2017, pág. 379), y por otra, se considera una puerta sin control ninguno para escritos de poca calidad y clasificaciones individuales subjetivas carentes de aprobación de la crítica literaria.   

De hecho, algunas obras femeninas lograron gran valor por la crítica literaria, cuya creatividad artística fue innovadora y reconocida gracias a las cuales sus autoras se hicieron famosas, como Rashá ʿAdlī, Rīm Basyūnī, Nūr ʿAbdulmağīd, entre otras. Con este éxito podría atribuirse la etiqueta de literatura femenina a los gustos de los lectores, en el sentido de que a las mujeres les gusta un tipo de escritos y a los hombres les gusta un carácter determinado de obras. De ser así, hubiera existido la etiqueta de Literatura Masculina. Pero, según Muñiz, “no se habla de Literatura Masculina, por lo que entendemos que la etiqueta Femenina no se refiere a esto porque los gustos no son excluyentes, las mayorías no clasifican y la unanimidad en gustos no existe” (Muñiz). 

En este sentido cabe decir que Elaine Showalter (Awad, 1991, pág. 43) dividió la crítica de la literatura femenina en dos clases: la primera se ocupa de las mujeres como lectoras; y la segunda de las mujeres como escritoras o, según su propia terminología, crítica androcéntrica y ginocéntrica (Redondo, 2008, pág. 414). Resulta muy claro que las mujeres desde el punto de vista de la primera clase se consideran consumidoras de la literatura masculina, mientras que la segunda clase se ocupa del texto, la temática, la estructura, técnicas, etc., de las obras escritas por mujeres y se extiende hasta la psicología de la creatividad femenina. Y añade Yusuf Nour Awad (1991, pág. 43) que este tipo de crítica se amplía de día en día incluyendo más obras, pero insiste en que dicha crítica se centra más en la política feminista que en aspectos estéticos. Un rasgo relevante en la primera novela feminista de los años 60, Al-Bab Al-Maftuh[13] 1960 (La puerta abierta), de Latifa al-Zayyt (1924-1996), novelista y militante del Partido Comunista Egipcio que no se consideraba de gran calidad desde un punto de vista de la crítica de aquel entonces. La obra de Al-zayaat refleja el mensaje subjetivo de su propia autora, ya que narra su propia experiencia en la lucha contra la sociedad patriarcal. Presenta la lucha de una mujer de la clase media por conseguir sus derechos y su propia personalidad. Según Mercedes del Amo (2014), la novela tenía como objetivo recuperar “los éxitos conseguidos en los años cincuenta, tras la Revolución de los Oficiales Libres (1952), en las reivindicaciones feministas (derechos políticos fundamentalmente)” (pág. 272).

A esta clase de obras siempre se le atribuye el matiz subjetivo y el desvalor creativo, como sucede con la producción literaria de la escritora egipcia Nawal al-Sa`dawi, (1931-2021), psiquiatra y novelista y una de las figuras feministas que lideraban la segunda ola del feminismo egipcio, cuyos escritos le ponían siempre en choque con las direcciones generales y las figuras sociales de la sociedad egipcia hasta el punto de ser encarcelada por romper tabúes de carácter tanto religioso como sexual. La visión clásica desde la cual escribía Nawal al-Sa`dawi hizo que se exiliara a Estados Unidos después de la disolución de la Asociación de Solidaridad con la Mujer Árabe al que dirigía, porque sus obras no solamente defendían a la mujer ni buscaban soluciones para su situación en Egipto, sino que atacaban fundamentos muy arraigados en la población egipcia tanto musulmana como cristiana.

La obra novelística de Nawal al-Sa`dawi perteneciente al feminismo, como Mujer en punto cero, pone en tela de juicio el valor creativo y estético de la novela feminista, puesto que el discurso narrativo prevalecía propagar sus ideas y principios vitales sin dedicarse a aspectos técnicos. A este mismo punto confirma Mercedes del Amo (2000):

 

Si literariamente esta obra tiene serias inconsistencias, desde el punto de vista del feminismo militante es valiente y muy clarificadora. Para Nawal al-Sa`adawi lo importante son las ideas que quiere destacar, aunque sufra la técnica narrativa, porque estamos ante una autora de ensayos novelados más que ante una novelista (pág. 40).       

 

La obra de Al-Saadawy muestra un matiz de ataques a las jerarquías sociales y rebeldía contra los temas tabúes de la época, como la necesidad sexual de la mujer. Por su posición más radical “en su lucha por conseguir los derechos y la libertad de la mujer y a diferencia de su predecesora Latifa al-Zayyat, en sus novelas la lucha de la mujer no se dirige contra la sociedad, sino contra el mismo hombre” (Camarero, 1992, pág. 135). De ahí sus obras produjeron “gran controversia entre los críticos literarios que consideraban sus obras como panfletos políticos que como literatura” (Ibrahim al-Arris, 1988, citado por Camarero, 1992, pág. 135).   

La dirección de la escritura de Al-Saadawy se aleja de la de Radwa Ashur que, según Mercedes del Amo (2000), aspiraba “a dar las razones de la caída de la civilización árabe en al- Andalus y a advertir a los lectores contra la repetición de los errores” (págs. 40-41) a través de su trilogía localizada en Al-Andalus (Granada (1994), Morayma (1995) y El éxodo (al-Rahil 1995). Se puede tomar el carácter de la obra de Ashur como modelo de la literatura escrita por mujeres que entraron en escenario literario a través de su producción literaria, no a través de ser mujer.  

Por consiguiente, cuando se habla de la literatura femenina, hay que concretar el concepto si este término se refiere a la literatura escrita por mujeres, a la literatura dirigida a lectores femeninos por los temas tratados o a estas obras que defienden los derechos de la mujer y que suelen partir de ideología feminista. Pues, cada uno de los conceptos anteriormente mencionados estará sujetado a criterios y valores específicos de la crítica, en el sentido de que según el primer concepto los escritos no suelen abordar necesariamente temática femenina ni ser dirigidos a mujeres y, según el segundo y el tercer concepto, la autoría no debería limitarse a escritoras femeninas ni el tercer concepto les priva a los hombres la lectura de ese tipo de obras. Con todos los conceptos los lectores y los críticos tanto femeninos como masculinos dirán su palabra sobre la obra literaria si no es por ser destinatario, será por ser socio que comparte una comunidad social con el otro sexo. Tomo de prestado la hipótesis del novelista Jenn Díaz cuando atribuye todo el valor al texto artístico dejando aparte el sexo del autor. De no ser así cómo clasificamos las obras de los escritores el francés, Gustave Flaubert, y el ruso, León Tolstói, que penetraron en el universo de la mujer. Y sobre las obras del escritor austríaco, Stefan Zweig, concluye Díaz diciendo:

 

[…] si Veinticuatro horas en la vida de una mujer o Cartas a una desconocida hubieran sido escritos por una mujer, incluso habrían pasado por literatura rosa. Una cosa es la mirada femenina o masculina y otra el sexo del autor (Citado por Iglesia, 2016).

 

Es evidente que la ficción no debería quedarse desvinculada del contexto psicológico, político y social. Las intimidades son escritas, visibilizadas, cuestionadas, y la figura del «ángel del hogar» queda desarticulada. Sin embargo, surge un nuevo problema con otras formas de escritura fuera del campo literario. En su artículo «Feministas aguafiestas», Sara Ahmed afirma que las diferentes escrituras que repensaron la imagen de «el ángel del hogar», como esa forma de manifestar la infelicidad, tuvieron un resultado social contradictorio. Muchas mujeres realizaron una lectura de tipo lineal, según la cual leyendo o cuestionando los patrones establecidos, encontrarían «guiones de felicidad». Sin embargo, el feminismo y las narrativas repiensan las tareas y las desigualdades económicas en función del género, pero sin constituirse como nuevas recetas para la felicidad ni estableciéndose como imposiciones. Traen a la superficie esas «ideas ocultas» bajo los signos públicos de felicidad. En este sentido, una de las reacciones contemporáneas que se manifiesta en las redes sociales es la de la reivindicación del hogar «como elección». Una elección que supone una forma de nostalgia hacia un «pasado mejor». La afirmación «soy una ama de casa feliz» se constituye, actualmente, como una nueva forma de rebelión. Nuevas escrituras evocan aquella fantasía de felicidad que el feminismo habría venido a arruinar. Si Sara Ahmed pretende mostrar una opinión contra el feminismo, otras escritoras árabes oponen la existencia del término de literatura femenina, como Dalāl Ḥatim (ʿAbbās, 2006), escritora siria, que anuncia que no hay literatura femenina y otra masculina, sino que hay literatura y talento, y reconoce que hay situaciones e historias en las que la mujer es más capaz de exteriorizar el interior de las mujeres, y que los hombres son más capaces de describir los casos pertinentes a los hombres, excluyendo modelos, como Yusuf Idris[14], que supieron adentrarse en mundos femeninos y explorar sus sentimientos íntimos. Adoptan la misma actitud de Dalāl Ḥātim Nadiá Hust, Hayfāʼ Bayṭār, Magdaht Ḥammūdaht y Lubná Yasīn que declara a la hora de describir su última novela, Rağul al-marāyá al-muhaššamaht (El hombre de los espejos rotos), (2019): “Este término es inaceptable para mí. Lo que quería enfatizar a través de mi novela es que nuestras sociedades han sido condenadas por lo que no está en ellas, distorsionando así el rostro de su generosidad"[15] (Al-Ahram, 2013). Yasīn no solamente rechaza el término sino que también renuncia la literatura feminista por tratar asuntos de los hombres en su antedicha novela al contrario de lo que anteriormente hacía en sus obras anteriores. 

Al momento en que Dalāl Ḥātim rechaza la clasificación de literatura femenina, insiste en que no se debería llevar lo que escribe una escritora a asuntos puramente femeninos, sino de la sociedad en que vive, ya que es parte de las preocupaciones generales, y se supone que no debemos limitar las preocupaciones en esta área solamente. Nadiá Hust, apoya esta opinión a través de negar la existencia de una escuela de literatura femenina en el mundo de la literatura, pero no descarta utilizar el término de literatura escrita por mujeres como “método de trabajo de la crítica si la evaluación es para estudiar ciertos rasgos en una realidad concreta y con condiciones claras” (ʿAbbās, 2006). Él rechaza completamente el concepto de literatura femenina, y piensa que “repetir este concepto no significa añadir valor a las mujeres y elevar su estatus, sino disminuirlo y devolverlas al harén de la literatura femenina.

Magdaht Ḥammūdaht cree que este término no debería llevar connotaciones racistas ni separatista, sino sería una clase que agrupa todo lo que está escrito por mujeres y la existencia de la creación femenina. Hay que alejarse de aquel movimiento que adopta un punto de vista unilateral y alimenta la hostilidad entre hombres y mujeres (ʿAbbās, 2006). Tras una breve exposición de las opiniones actuales sobre la literatura femenina y la interpretación de su concepto y función política y social se puede dar una respuesta a las preguntas al principio mencionadas:

  • Pregunta: ¿se puede asegurar que la literatura no femenina será incapaz de cumplir con esta función?
  • Respuesta: No se puede confirmarlo de una forma total, ya que hay casos que rompen la lógica. Pues, Yusuf Idris es un caso excepcional que pudo abordar casos extremos del alma femenina mientras que las novelas de masas populares no han podido acertar al volver otra vez con los temas de la novela femenina hasta siglos atrás donde se presentaban heroínas obsesionadas por encontrar una pareja o por sus contactos y status de las redes sociales.  
  • Pregunta: ¿Tienen la literatura femenina española y la árabe el mismo criterio clasificador?
  • Respuesta: Hay un debate bastante largo acerca de la base del concepto en ambas culturas. A pesar de que se ha tratado desde varias perspectivas las opiniones de los críticos y escritores y escritoras españolas como hemos visto anteriormente tienen equivalentes en la cultura árabe.
  • Pregunta: ¿Cuál es la base conceptual que dio lugar a este subgénero literario?
  • Respuesta: Al principio era la búsqueda de la identidad femenina y tener voces femeninas encargadas de presentar a las mujeres con el fin de cambiar la imagen estereotipada de las mujeres de aquel entonces. Los asuntos de mujeres y el mundo lector femenino era otra base en la que subyacía el término de la literatura femenina. En cambio la literatura feminista radicaba en defender la igualdad y los derechos de la mujer. Esto es evidente tanto en la tradición literaria española como en la árabe.
  • Pregunta: ¿No contradice el hecho de bautizar un género literario por separado con el principio de la igualdad y por lo tanto intensifica el carácter discriminatorio entre el género femenino y masculino?
  • Respuesta: Hay dos opiniones: una cree que sí, y confirma que la intención de clasificarlo lo pondría en un nivel inferior; y otra responde de una forma negativa e insiste en que la mujer tiene que seguir escribiendo desde su papel de mujer para hablar de sí misma y corregir las ideas preestablecidas por el régimen patriarcal.

 

Conclusiones

Tras un recurrido entre críticos y escritores y rastrear concepto y función del término en la literatura de ambas lenguas se puede llegar a las conclusiones siguientes:

  • La escasez de la producción literaria de la mujer no debería llevarse a la responsabilidad/enemistad del hombre ni a considerarlo siempre implicado en esta cuestión, ya que dicha escasez podría devolverse a múltiples factores en cuya gran mayoría figura la propia mujer.
  • La gran parte de quienes rechazan la clasificación de la literatura a base del sexo de su autor no niega la escritura femenina ni desvalora su aportación creativa y estilística, sino que apoya la categorización a partir del propio producto no del productor. Considera que en el terreno de la crítica lo que es permitido es poner la obra literaria en tela de juicio, no el género de su propio autor.
  • Lo que se ha acordado tras un largo debate en Occidente y Oriente es que la literatura feminista se basa en los principios del movimiento feminista, y se refiere a cualquier obra literaria que se centre en la lucha de las mujeres por la igualdad y humanice a las mujeres en lugar de formularlas en una imagen estereotipada.
  • La literatura femenina desde el punto de vista del género de su autor debería ser una etiqueta/clasificación comercial, no crítica ni literaria, a no ser que el concepto de la literatura femenina se base en la temática abordada o al sector de lectores, y, en este caso, bajo esta etiqueta escribirían no solamente escritoras sino también escritores.
  • La promoción de la literatura escrita por mujeres no debería partir del odio, ataque o la enemistad del hombre porque en el mundo de la literatura lo que cuenta no es el propio escritor sino lo que éste presenta y aporta al arte y a los lectores.
  • Cuando la crítica literaria va dirigida hacia un movimiento político o ideológico, como era el caso de la crítica femenina en Estados Unidos durante los años 70, atiende más a la imagen estereotipada y cultural de la mujer sin preocuparse por el valor estético de la obra artística, y esto contradice con el valor artístico de la obra literaria.
  • La comparación del concepto y las características de la literatura femenina con su contraparte árabe nos llevó a descubrir muchos aspectos comunes de este género literario, teniendo en cuenta las diferentes dimensiones culturales y sociales de la cultura española y árabe.

 

 

 

[1] Debido a la diferencia ortográfica entre ambos idiomas se adopta en este trabajo el sistema de transliteración del texto árabe de Javier Bezos cuando sea necesario transliterar textos en su lengua original, en este caso, la árabe: Bezos, Javier (2005). “Transliteración de las letras árabes”. Recuperado el 12 de octubre de 2022 de http://www.texnia.com/archive/TransArabe.pdf

[2] Bahīraht ʿAbdullatīf es una de las autoras cuyo nombre suele aparecer transliterado por sí misma de esta forma: Bahira Abdulatif. Así se reconoce con esta misma forma sin necesidad de ser transliterado a través del sistema de Javier Bezos anteriormente indicado.

[3] Se refiere a la novela La ciudad (2022), un relato sobre la violencia y su relación con la cotidianidad y la desigualdad social.

[4] Traducción realizada por el investigador

[5] El título en español es Zayenab: Escenas y costumbres rurales y su título original en árabe es “زينب مناظر وأخلاق ريفية”

[6] El título en español es El callejón de los milagros y su título original en árabe es “زقاق المدق”.

[7] El título en español es Principio y fin y el original árabe, بداية ونهاية”.

[8] Entre dos palacios cuyo título original árabe es “بين القصرين”

[9] Palacio del deseo cuyo título original en árabe es “قصر الشوق”

[10] La azucarera y su título original árabe es “السكرية”

[11] Para tener una idea sobre el trayecto histórico de la literatura femenina árabe véase Bahira Abdulatif, “Feminismo y la literatura femenina árabe”, en Actas de los Simposios de la Sociedad Española de Estudios Árabes, Vol. II, Robert Pocklington ed., Almería 2017.   

[12] Traducción realizada por el investigador. El texto original es: “لا ينبغي تصنيف الأدب لأنه يتناول النفس الإنسانية بشكل عام”.

[13] El título de la novela se reconoce en fuentes españolas con la transliteración arriba mencionada. Lo mismo ocurre con los nombres siguientes: Latifa al-Zayyt, Nawal al-Sa`dawi y Radwa Ashur

[14] Es un escritor egipcio cuyo nombre ha sido reconocido en fuentes españolas con la transliteración arriba mencionada.

[15] Traducción realizada por el investigador. El texto original árabe es: “هذا المصطلح غير مقبول بالنسبة لي. ما أردت تأكيده من خلال روايتي أن مجتمعاتنا أدينت بما هو ليس فيها، فتشوه وجه عطائها”

 
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